¿Cantaleteas a tus empleados?
A estas alturas parece casi un hecho científico que la cantaleta no sirve para nada. De hecho, "cantaleta” es un término casi despectivo. Según la RAE, la definición original de "cantaleta” es "Ruido y confusión de voces e instrumentos con que se hacía burla de alguien", así que llamar "Cantaleta" a los regaños de alguien evidentemente crea una imagen negativa en la mente.
Sin duda, si preguntas por ahí si la cantaleta sirve para algo, la respuesta en la mayoría de los casos será "no”. Entonces, ¿por qué hay gente que le "echa cantaleta" a sus empleados? ¡Es bastante común de hecho! Claro, un empleado rara vez volteará los ojos o chasqueará la lengua con rebeldía como un hijo adolescente... De manera que si quieres saber si estás echando cantaleta inútil, debes evaluar tú mismo la manera en la que reprendes.
¿Qué convierte a una reprimenda en cantaleta?
O en otras palabras, ¿qué hace que un regaño se vuelva "cansón”? Primero que todo cabe aclarar que las reprimendas no son necesariamente malas o buenas. Dependiendo de cómo se haga, se pueden lograr grandes cambios en las personas. Puedes hacer que se den cuenta de un error que han estado cometiendo toda su vida, o puedes hacer que se den cuenta de que no les caes tan bien como pensaban, y que tu empresa no es la indicada para ellos.
Si al reprender a alguien lo denigras o humillas, si lo insultas, o si actúas con enojo hacia la persona que reprimes (Sí, el enojo siempre es contraproducente), lo único que ganarás serán puestos vacíos en tu empresa.
Por otro lado, si te pones a contar anécdotas que difícilmente vienen al caso, te lamentas de tu propia suerte, o si no haces más que enfocarte demasiado en los problemas sin pedir soluciones, la gente dejará de ponerte atención, descartará todo lo que digas (por más que tengas razón) como simple "cantaleta”, y no te hará caso.
¿Porqué no funciona la cantaleta?
La razón detrás de esto es un principio de la vida muy sencillo: el autodeterminismo. A las personas les gusta decidir lo que hacen o no hacen, y en algunos casos es casi un impulso irracional. El niño que insiste en comer barro después de que se le regañe lo hace precisamente para demostrar que él tiene el control.
Por supuesto, si obtienes el respeto de alguien, esa persona también puede decidir autodeterminadamente que va a escucharte, y esto es a lo que deberías aspirar. Pero si estás comentándole un problema a alguien que no está de acuerdo contigo, es posible que, conciente o inconcientemente, esta persona vuelva a cometer el mismo error solo para demostrarte que él tiene control sobre sus acciones, no tú.
Entonces, ¿Cómo asegurarse de que se resuelva el problema?
Si quieres que tus colaboradores te tomen en serio cuando les pidas mejores resultados, o señales las fallas en su trabajo que están poniendo en riesgo a la empresa, hay un par de normas que suelen funcionar muy bien.
1 - Si tiendes a ponerte emocional, evita abordar cualquier problema mientras lo estás. Apártate del problema, sal a dar un paseo o simplemente enciérrate en tu oficina (o en el baño, incluso) por el tiempo que sea necesario hasta que puedas pensar sin apretar los puños. El enojo solo produce malentendidos y más enojo.
2 - Busca acuerdos. La sensación de cantaleta viene de un regaño con el que la persona no está de acuerdo. Pregunta si la persona cree que lo que hizo está bien, pregunta por su opinión y su punto de vista. No solo le restriegues la tuya en la cara.
Quién sabe, tal vez descubras que hay una gran falla en la maquinaria de la que no sabías que causó el problema. ¡Siempre escucha y busca acuerdo!
3 - No le des vueltas al asunto. Naturalmente, nadie disfruta que le recalquen una y otra vez sus errores con explicaciones e historietas. Si hay un problema, pregúntale al que lo causó si entiende cuál es. Si te dice que sí, no le expliques porqué es un problema, lo grave que es, porqué debería tener cuidado o lo degradada que está la juventud de hoy en día.
Si la persona no entiende, explícaselo brevemente, hasta que la otra persona dé señal de captar el asunto, e inmediatamente enfócate en algo mejor: pídele soluciones. (Por supuesto, si la persona no entiende lo que está mal en algo que hizo evidentemente mal, puede que sea hora de conseguir otra persona)
4 - Las soluciones son lo que vale. No te centres en el problema. Si las propuestas que te dan no funcionan bien, o no solucionan todo, pide que las cambien un poco, o compleméntelas si es necesario. Pero no gires alrededor de los daños y dificultades. Sé sencillo: "¿Entiendes? De acuerdo. ¿Qué vas a hacer al respecto?”.
Cultiva una cultura de soluciones y tendrás mucho menos trabajo en tus hombros, mucho mayor eficiencia en tu empresa, y muchísimo más respeto de tus subordinados.
Y de paso, nadie nunca pensará cuando los llames a tu oficina "Qué pereza, otra vez me llamó el jefe"...
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!