Dinero Plata Pesos

La reforma tributaria es un castigo al capaz

por Jairo Pinilla

Nuestro país necesita una reforma tributaria verdadera. Pero una reforma así exige coraje.

Ante las intenciones de la nueva reforma tributaria post-COVID-19, una reforma autoritaria, y que tendrá repercusiones nefastas en las PYMES y el entorno empresarial y laboral, no puedo no escribir mi punto de vista. Esta reforma es a veces tildada de ultra-derechista… Pero la realidad es que en su esencia se origina la misma ideología que quebró a Venezuela: Que el gobierno debe ser Robin Hood.

Se necesita coraje para decir que los ricos (O al menos la mayoría de ellos) no son ricos sólo por que heredaron fortuna de sus antepasados o por que explotaron a los pobres, como afirman las teorías marxistas, sino que lo son por su espíritu empresario, su voluntad de asumir riesgos y principalmente por sus capacidades superiores a las del promedio. Si confiscáramos las propiedades de todo el país y las repartiéramos equitativamente entre todos sus habitantes, pasaría sólo un par de años hasta que de nuevo los más capaces, emprendedores y dedicados tuvieran más que los demás.

La igualdad de derechos es imperativa: Pero no implica igualdad de capacidades.

La mayoría de sistemas tributarios del mundo le cobran de manera injusta a las personas más productivas. Es justo pedirle a quien gane 10 veces más que pague 10 veces más impuestos. No tiene sentido pedirle que pague 50 veces más. Además, no estamos hablando sólo de impuestos, sino de la carga social en las PYMES.

Si queremos aumentar la productividad en el país, hay que premiar a los más eficientes, no castigarlos por utilizar sus capacidades para generar riqueza. Si alguien del 20% más productivo de la población monta una empresa, va a enfrentarse invariablemente a una presión fiscal inmensa en la mayoría de países del mundo. No es nada raro que los más capaces trabajen más de medio año para el estado, los meses que quedan para su empresa y sus empleados… y a sus propias ganancias dediquen por mucho un par de semanas.

Los impuestos progresivos son un castigo a los mejores

Entre muchos grupos de personas hay una percepción terrible: Que el rico es rico porque es corrupto. ¡Por lo tanto, hay que eliminar la riqueza!

Esta idea no es nueva. Se han hecho poemas y canciones acerca de bandidos que roban al rico para darle al pobre por milenios. Y hay cierta verdad detrás de esta percepción: El dinero saca a relucir la verdad de los que lo poseen: Y para algunos, eso es su maldad.

Pero quiero presentarles una idea: El dinero no es lo mismo que el mal, y la riqueza no es lo mismo que la corrupción. Y nadie razonable propondría no castigar el mal y la corrupción. Pero los impuestos progresivos no castigan la corrupción y el mal: Castigan la competencia y la capacidad de generar riqueza.

El impuesto plano

En el año 2004 yo vivía, trabajaba y pagaba impuestos en un pequeño país europeo, Eslovaquia, cuando en el país se efectuó una de las reformas tributarias más radicales que alguien se haya atrevido a hacer en el mundo:

  • El IVA se aumentó al 19%.
  • El impuesto a la renta se redujo al 19%

Los ciudadanos pagarían un impuesto a la renta del 19% (tarifa plana sin progresión). Los dueños de empresas, que ganan un dividendo de las ganancias que ya han sido gravadas con un impuesto del 19%, no tienen que gravar estos ingresos de nuevo. Si consideramos que James Rodríguez merece ganar 50 veces más que un futbolista mediocre… ¿Porqué tendría que pagar 150 veces más impuestos que el futbolista mediocre?

Este sistema tuvo grandes consecuencias a nivel micro y macroeconómico:

  1. Se redujo la evasión de impuestos. Muchos evasores no le vieron más sentido a los riesgos que traía la práctica, debido a la reducción en los valores que tenían que pagar. Además, la simpleza contable del proceso no se comparaba al trabajo necesario para la evasión.
    Los estudios y la práctica han demostrado consistentemente que la voluntad de pagar impuestos crece bruscamente con los impuestos planos. La gente apoya con más gusto a un gobierno que premia sus méritos verdaderos.
  2. Se redujo la corrupción. Con menos evasores de impuestos menores, los procesos investigativos y judiciales se podían enfocar en los centros más importantes de corrupción y criminalidad fiscal.
  3. Creció la industria. Eslovaquia se convirtió en un país atractivo para inversionistas extranjeros. Se convirtió en la potencia local en el área de ensamblaje de automóviles; a las fábricas de Volkswagen, que ya existían, se le sumaron PSA-Peugeot y KIA, y junto con ellos grandes complejos de fábricas de proveedores de autopartes. La firma Samsung entró al país con una inversión que se acerca a los mil millones de dólares.
  4. Mejoró la economía. El país alcanzó, después de esta reforma, un crecimiento económico estable que fácilmente sobrepasó el promedio de crecimiento de la economía de toda la Unión Europea.

Menor tarifa = Más recaudo

Los economistas señalan el hecho de que, a pesar de las bajas tarifas de impuestos, se recauda más dinero en países con estas tarifas, dado el incrementado desempeño mismo de la economía y el PIB, que lo que se recauda en países con altas tarifas de impuestos.

Eslovaquia vivió una época donde las empresas pagaban el 45% en impuestos de renta y la progresión de los impuestos llegaba a más del 50% en personas naturales. Resulta muy interesante que el sistema de tarifas bajas logró recaudar más dinero que cuando se usaban tarifas progresivas enormes.

Eslovaquia aplicó una regla: Es mejor aflojar la cadena de los individuos más fuertes. El sistema tributario hay que adaptarlo a los que más tiran la economía hacia arriba y no a los que menos. Los jugadores grandes de la economía devolverán el favor con un aumento de potencia y un alud de prosperidad, abundancia de empleos y mayores salarios.

En un panorama así, el dinero no fluye a través de un aparato burocrático para financiar de manera poco transparente los asuntos del Estado, sino que fluye hacia las inversiones y el consumo, y trae más ingresos en cadena a otras empresas e individuos. Y, al fin y al cabo, también más impuestos al estado.

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